domingo, 21 de abril de 2013

SANTA FE: Un estudio médico avala sospechas sobre agroquímicos

La Universidad de Rosario relevó que en diez localidades del sur santafesino expuestas a agroquímicos aumentaron enfermedades y pérdida de embarazos.



Mientras organizaciones civiles acampan frente a la Legislatura de esa provincia para reclamar que se trate la reforma a ley de Fitosanitarios –que está a punto de perder estado parlamentario por segunda vez y nuevamente en el Senado– estudios realizados desde la Universidad Nacional de Rosario (UNR) sobre diez localidades santafesinas que conviven con fumigaciones de agroquímicos señalan un aumento de enfermedades endócrinas, respiratorias y dermatológicas en sus habitantes.

El relevamiento alcanza los últimos diez años, cuando el área de la soja se expandió exponencialmente, a poco de que el país aprobara cultivo de variedades transgénicas. Sus resultados también apuntaron que en algunas localidades se duplicó la pérdida de embarazos en lugares donde la fumigación se realiza a menos de 500 metros del casco urbano. A pesar de que todavía no pueden atar el fenómeno solamente a la exposición de los pesticidas agrícolas, los especialistas apuestan a profundizar los registros de salud con ayuda del gobierno provincial.

Cambio de paisaje

Hace 15 años, la entrada de las semillas de soja modificadas genéticamente, junto con el irremediable acompañamiento del glifosato como agente de fumigación para los cultivos, comenzaban a delinear otro paisaje en el país. Santa Fe, y en especial el sur, tradicional corazón del cultivo de trigo y la actividad ganadera, emprendió el camino hacia la sojización, siguiendo lineamientos productivos nacionales e internacionales.

La resistencia a las inclemencias del tiempo del “nuevo” cultivo, entre otros factores, generó paulatinamente el avance a tierras antes impensadas para este tipo de agricultura. A la par del incesante avance de la frontera transgénica comenzaron a verse indicios del impacto en los suelos y la población. La utilización de los agroquímicos necesarios para que la soja arroje buenos rindes fue foco de sospecha para los habitantes de las zonas rurales, quienes se preguntaron si existía quizás una relación directa entre estos fitosanitarios y las enfermedades, en muchos casos mortales, que los afectaban.

En 2010 comenzó a desarrollarse desde la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR, una iniciativa novedosa tendiente a lidiar con la sospecha. La intención era doble. Por un lado, diseñar un mecanismo práctico de evaluación final para los estudiantes que terminan la carrera, en contacto con la población. Y, en segundo lugar, poner a la universidad pública a producir conocimiento científico al servicio de esa comunidad, respondiendo a sus necesidades de saber qué estaba pasando con la repentina proliferación de ciertas enfermedades por encima de los índices acostumbrados. Así surgieron los “campamentos sanitarios”, una serie de relevamientos sobre la salud de la población a manos de estudiantes y un equipo de docentes.

Registros epidemiológicos domiciliarios, controles en niños dentro de las escuelas primarias, trabajos de promoción de la salud y prevención de enfermedades a través de talleres.

“Desde diciembre de 2010 llevamos realizados diez campamentos, en los cuales hemos involucrado, a través de los estudios, a 65.000 personas. En promedio, hemos cubierto al 65 por ciento de la población de las localidades, con picos interesantes como el de Totoras, con un 88 por ciento de la población entrevistada”, relata Damián Verzeñassi, responsable académico de los campamentos. Para llevarlos a cabo, el contingente académico trabajó junto a diversas instituciones locales y provinciales: escuelas, centros de jubilados, municipios, comunas, y ministerios. Las localidades cubiertas por los campamentos sanitarios fueron Santa Isabel, Murphy, María Teresa, San Gregorio, Villa Cañás, Bovril (Entre Ríos), Bouquet, María Susana, Wheelwright y Totoras.

Resultados preocupantes

“Las formas de producción que hemos instalado en nuestra región están teniendo un peso importante no sólo en la ganancia económica de algunos, sino también en la forma en que nos enfermamos y morimos”, describe Verzeñassi, quien asegura que en los últimos 15 años se modificaron los indicadores de salud de todas las comunidades relevadas. Los principales problemas que padece la población son hipertensión y diabetes, lo que coincide con el promedio a nivel nacional. Pero también apareció con fuerza algo que todavía no se registra en la estadística oficial: los problemas endócrinos, principalmente de la glándula tiroides. “Identificamos en estas poblaciones, que viven en general a menos de 500 metros de las áreas donde se fumiga un cambio en la forma de enfermar, y un incremento notable del hipotiroidismo, de enfermedades crónicas respiratorias y dermatológicas”, sindica.

Según el especialista, la pérdida de embarazos es otra de las cifras que ha aumentado en todas las localidades, en muchos casos duplicándose cuantitativamente en los últimos 10 años. “El impacto es muy importante como para desatenderlo”, remarca Verzeñassi. El especialista sostiene que ha quedado de manifiesto que quienes viven en áreas más próximas a las fumigaciones, presentan mayor cantidad de problemas de salud que los que viven más lejos. “Entendemos que el Ministerio de Salud provincial debería tener una participación mucho más activa”, reclama.

“La Justicia de Córdoba, por ejemplo, habló del principio precautorio en el fallo histórico de un tiempo atrás, respecto de lo que sucedió en el barrio Ituzaingó Anexo, donde hubo condenados por la aplicación sobre sus poblaciones. El propio Ministerio de Salud santafesino tiene un estudio a pedido de la Justicia por el caso San Jorge. Ese relevamiento demostró que en el período en el que se prohibió la fumigación alrededor de un barrio específico, las consultas respecto a los problemas de salud disminuyeron notablemente”, aporta el médico. Para Verzeñassi no es tarde para una reacción de las autoridades. “En vez de recorrer los pueblos con promotores de las buenas prácticas y de las bondades de algunas sustancias químicas –que las mismas empresas que las producen reconocen que generan daños– que se pongan a ver cómo aportan realmente con acciones concretas”, expresa.

El contexto es otra vez crítico. A fin de mes puede volver a caer el estado parlamentario del proyecto para modificar la ley 11.273 de Fitosanitarios, normativa que regula, entre otras cosas, la amplitud de la franja agronómica, es decir, la distancia hasta la línea a partir de la cual está permitido fumigar. Dos veces fue aprobada por Diputados y en la primera el Senado no la trató. Ahora el desenlace está, aun faltando muy poco para la fecha, todavía abierto, pendiente de la voluntad de los senadores santafesinos.

http://www.primerafuente.com.ar/noticia/701700-un-estudio-medico-avala-sospechas-sobre-agroquimicos

sábado, 13 de abril de 2013

Las diez peores prácticas de la industria farmacéutica

Las diez peores prácticas de la industria farmacéutica, según Ben G...
VER VIDEO AQUI (SUBTITULOS)

El divulgador británico denuncia en su libro “Mala farma” las conductas irregulares de las farmacéuticas.
La ocultación de los resultados negativos cuesta cada año muchas vidas, denuncia en su libro.

              
Ben Goldacre, autor de “Mala Farma” -Foto: Iona Hodgson

1. El 90% de los ensayos clínicos publicados son patrocinados por la industria farmacéutica. Este es el principal motivo por el que todo el sistema de ensayos clínicos está alterado, según Goldacre, y por el que se producen el resto de problemas.

2. Los resultados negativos se ocultan sistemáticamente a la sociedad. “Estamos viendo los resultados positivos y perdiéndonos los negativos”, escribe Goldacre. “Deberíamos comenzar un registro de todos los ensayos clínicos, pedir a la gente que registre su estudio antes de comenzar e insistir en que publiquen sus resultados al final”. En muchos casos, denuncia el autor de “Mala Farma”, las farmacéuticas se reservan el derecho de interrumpir un ensayo y si ven que no da el resultado esperado, lo detienen. Asimismo, obligan a los científicos que participan en estos estudios a mantener en secreto los resultados. Y esta práctica tiene de vez en cuando consecuencias dramáticas.

En los años 90, por ejemplo, se realizó un ensayo con una sustancia creada contra las arritmias cardíacas llamada Lorcainida. Se selección a 100 pacientes y la mitad de ellos tomó un placebo. Entre quienes tomaron la sustancia hubo hasta 9 muertes (frente a 1 del otro grupo), pero los resultados nunca se publicaron porque la farmacéutica detuvo el proceso. Una década después, otra compañía tuvo la misma idea pero esta vez puso la Lorcainida en circulación. Según Goldacre, hasta 100.000 personas murieron innecesariamente antes de que alguien se diera cuenta de los efectos. Los investigadores que habían hecho el primero ensayo pidieron perdón a la comunidad científica por no haber sacado a la luz los resultados.

“Solo la mitad de los ensayos son publicados”, escribe Goldacre, “y los que tienen resultados negativos tienen dos veces más posibilidades de perderse que los positivos. Esto significa que las pruebas en las que basamos nuestras decisiones en Medicina están sistemáticamente sesgadas para destacar los beneficios que un tratamiento proporciona”.

3. Las farmacéuticas manipulan o maquillan los resultados de los ensayos. En muchas ocasiones los propios ensayos están mal diseñados: se toma una muestra demasiado pequeña, por ejemplo, se alteran los resultados o se comparan con productos que no son beneficiosos para la salud. Goldacre enumera multitud de pequeñas trampas que se realizan de forma cotidiana para poner un medicamento en el mercado, como elegir los efectos de la sustancia en un subgrupo cuando no se han obtenido los resultados esperados en el grupo que se buscaba al comienzo.

4. Los resultados no son replicables. Lo más preocupante para Goldacre es que en muchas ocasiones, no se puede replicar el resultado de los estudios que se publican. “En el año 2012″, escribe Goldacre, “un grupo de investigadores informó en la revista Nature de su intento de replicar 53 estudios para el tratamiento temprano del cáncer: 47 de los 53 no pudieron ser replicados”.

5. Los comités de ética y los reguladores nos han fallado. Según Goldacre, las autoridades europeas y estadounidenses han tomado medidas ante las constantes denuncias, pero la inoperancia ha convertido estas medidas en falsas soluciones. Los reguladores se niegan a dar información a la sociedad con la excusa de que la gente fuera de la agencia podría hacer un mal uso o malinterpretar los datos. La inoperancia lleva a situaciones como la que ocurrió con el Rosiglitazone. Hacia el año 2011 la OMS y la empresa GSK tuvieron noticia de la posible relación de este medicamento y algunos problemas cardíacos, pero no lo hicieron público. En 2007 un cardiólogo descubrió que incrementaba el riesgo de problemas cardiacos un 43% y no se sacó del mercado hasta el 2010.

6. Se prescriben a niños medicamentos que solo tienen autorización para adultos. Este fue el caso del antidepresivo Paroxetine. La compañía GSK, según Goldacre, supo de sus efectos adversos en menores y permitió que se siguiera recetando al no incluir ninguna advertencia. La empresa supo del aumento del número de suicidios entre los menores que la tomaban y no se hizo un aviso a la comunidad médica hasta el año 2003.

7. Se realizan ensayos clínicos con los grupos más desfavorecidos. A menudo se ha descubierto a las farmacéuticas usando a vagabundos o inmigrantes ilegales para sus ensayos. Estamos creando una sociedad, escribe, donde los medicamentos solo se ensayan en los pobres. En EEUU, por ejemplo, los latinos se ofrecen como voluntarios hasta siete veces más para obtener cobertura médica y buena parte de los ensayos clínicos se están desplazando a países como China o India donde sale más barato. Un ensayo en EEUU cuesta 30.000 dólares por paciente, explica Goldacre, y en Rumanía sale por 3.000.

8. Se producen conflictos de intereses: Muchos de los representantes de los pacientes pertenecen a organizaciones financiadas generosamente por las farmacéuticas. Algunos de los directivos de las agencias reguladoras terminan trabajando para las grandes farmacéuticas en una relación bastante oscura.

9. La industria distorsiona las creencias de los médicos y sustituyen las pruebas por marketing. Las farmacéuticas, denuncia Goldacre, se gastan cada año miles de millones para cambiar las decisiones que toman los médicos a la hora de recetar un tratamiento. De hecho, las empresas gastan el doble en marketing y publicidad que en investigación y desarrollo, una distorsión que pagamos en el precio de las medicinas. Las tácticas van desde la conocida influencia de los visitadores médicos (con las invitaciones a viajes, congresos y lujosos hoteles) a técnicas más sibilinas como la publicación de ensayos clínicos cuyo único objetivo es dar a conocer el producto entre muchos médicos que participan en el proceso. Muchas de las asociaciones de pacientes que negocian en las instituciones para pedir regulaciones reciben generosas subvenciones de determinadas empresas farmacéuticas.

10. Los criterios para aprobar medicamentos son un coladero. Los reguladores deberían requerir que un medicamento sea mejor que el mejor tratamiento disponible, pero lo que sucede, según Goldacre, es que la mayoría de las veces basta con que la empresa pruebe que es mejor que ningún tratamiento en absoluto. Un estudio de 2007 demostró que solo la mitad de los medicamentos aprobados entre 1999 y 2005 fueron comparados con otros medicamentos existentes. El mercado está inundado de medicamentos que no procuran ningún beneficio, según el autor de “Mala Farma”, o de versiones del mismo medicamento por otra compañía (las medicinas “Yo también) o versiones del mismo laboratorio cuando prescribe la patente (las medicinas “Yo otra vez”). En esta última categoría destaca el caso del protector estomacal Omeprazol, de AstraZeneca, que sacó al mercado un producto con efectos similares, Esomoprazol, pero diez veces más caro

Tomado de: http://lamatrixholografica.wordpress.com/2013/04/09/las-diez-peores...
http://stopsecrets.ning.com/profiles/blogs/las-diez-peores-pr-cticas-de-la-industria-farmac-utica-seg-n-ben

lunes, 8 de abril de 2013

EUROPA PROHIBIÓ AGROTÓXICOS Y TRANSGÉNICOS

por Jorge



Apenas unos meses atrás, Andrés Carrasco, director del Laboratorio de Embriología Molecular de la Universidad de Buenos Aires (UBA-Conicet), fue invitado por el Parlamento europeo con sede en Bruselas, Bélgica, para exponer sus trabajos de investigación sobre agrotóxicos.
Con los antecedentes reunidos, la Unión Europea limitó y/o prohibió en todo su territorio un amplio vademécum de estos peligrosísimos productos, como asimismo la utilización de organismos transgénicos modificados, en salvaguarda de los habitantes de ese continente. En Argentina –y especialmente en Entre Ríos-, los legisladores actúan a la inversa.
Hay que recordar que Carrasco disertó en la Legislatura de Entre Ríos sobre este tema, y salvo quien lo invitó a hacerlo, el entonces diputado Héctor De la Fuente, ningún legislador entrerriano concurrió a escuchar su exposición. Una vergüenza.
Y no solo no concurrió ningún legislador, sino que tampoco lo hizo el secretario de Ambiente de la provincia, Fernando Raffo. Otra vergüenza.
Por estos días se está reeditando localmente el mismo escenario planteado en Europa el año pasado: la Legislatura está debatiendo el tema de los agrotóxicos, específicamente su aplicación a través de las fumigaciones.
En el contexto provincial, contrapuesto al del “Viejo Mundo”, los legisladores no invitaron a Carrasco ni tampoco a ninguno de los investigadores que en Argentina se están ocupando del tema.
Tampoco invitaron a las Asociaciones Civiles que vienen bregando para que se establezcan en forma perentoria la protección a ciudadanos y la naturaleza de la provincia que son víctimas de estos ataques a la salud y a la vida; ni a los médicos que están enfrentando este flagelo como Daniel Verseñazi de Paraná o Roberto Lezcano de Basavilbaso.
Asimismo, tampoco invitaron a las víctimas de estas prácticas que deambulan por hospitales de la provincia, donde son atendidas solo por la generosidad de algunos profesionales, dado que el sistema de salud de Entre Ríos “no registra casos” de afectados por los agrotóxicos a pesar de ser un territorio invadido por la soja transgénica.
Los legisladores entrerrianos en cambio invitaron a los representantes de la Federación Agraria, de la Mesa de Enlace, de la Asociación de Ingenieros Agrónomos de la provincia, de la misma asociación cuyos miembros en Gualeguaychú afirmaron en la Facultad de Bromatología que en la provincia no había ningún caso de intoxicación por agrotóxicos, ante un auditorio en el que estaba Fabián Tomassi (banderillero de Basavilbaso), cuya salud ha sido destruida por estos venenos, consignó Funda Vida.
Incluso a pesar de que está prohibido aplicar estos productos, a menos de mil metros de una vivienda o escuela rural, las denuncias de la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos (AGMER), acerca de que los alumnos son rociados por estos venenos quedan impunes.
Fuente: Diario El Argentino de Gualeguaychú
http://agmertala.com/europa-prohibio-agrotoxicos-y-transgenicos/

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